miércoles, 8 de octubre de 2008

LA RECOLECCION DE LA MIES EN LOS PUEBLOS CEREALISTAS POR LOS AÑOS 1.950.

LAS COMIDAS DE LOS SEGADORES.


Los segadores solían dormir en el pajar y se levantaban antes de salir el sol. Antes de ir al corte se pasaban por la casa del amo para conocer el lugar de las tierras señaladas para el día de siega. En la casa, mientras se hablaba del tema, tomaban un refrigerio de pan y vino. Muchas veces, un miembro de la familia del dueño participaba en la siega con un componente más de la cuadrilla de segadores y, conocedor de las propiedades, les conducía, por los caminos del término, al lugar donde se iba a iniciar el tajo.
Cuando ya se habían dado unas cuantas manos de siega y el sol empezaba a calentar fuerte, llegaba la burra cargada con el almuerzo de la mañana y otras vituallas o enseres necesarios para la jornada, entonces los segadores paraban para tomar el almuerzo.
Este almuerzo se componía, casi invariablemente, de una cazuela grande de sopas de ajo y la “taja” que podía ser de longaniza, lomo o torrezno, conservados desde la matanza en grandes latas con manteca. Se comía sentados en el suelo, alrededor del mantel extendido sobre una manta doblada. Todas las comidas se acompañaban de la bota de vino que se pasaba, de mano en mano, haciendo la ronda siempre que el mayoral lo indicaba.
Terminado el almuerzo el rapaz construía, con haces una sombra para el agua, el vino y otras vituallas; cuidando siempre de ponerlo lejos de algún hormiguero que invadiera los alimentos..
Hacia las diez de la mañana, horario por el que la gente del campo se regía por la altura del sol y no por las agujas del reloj, paraban los segadores para “ echar las diez”. Se llamaba echar las diez a lo de tomarse un tentempié, cuyos componentes característicos eran pan, aceitunas y vino, a veces se añadía alguna fruta, tomates o ensalada. Este descanso era algo semejante a lo que por estos tiempos se llama la hora del bocadillo.
Unas horas mas tarde llegaba nuevamente la burra, con el cántaro de agua fresca, la comida del mediodía y el bagaje necesario para la jornada de siega de la tarde.
La comida se componía, normalmente, del cocido de garbanzos con tocino y chorizo o carne de oveja y poco más. A los garbanzos les precedía una cazuela de sopas de pan o fideos con el caldo del cocido. El tocino se dejaba para la merienda de la tarde y todos comían del mismo plato.
Después de la comida, los segadores dormían una media hora de siesta reparadora bajo una sombra individual de haces donde sólo la cabeza y medio cuerpo cabían a la sombra. A media tarde se descansaba para tomar la merienda. El alimento fundamental de esta merienda era el tocino reservado de la comida de mediodía que se tomaba pringado en el buen pan que se cocía en el horno de la casa y vino; a veces se tomaba algo más como aceitunas, queso fresco, conservas de pescado o fruta.
Cuando ya estaba el sol puesto se regresaba al pueblo para cenar y dormir. La cena se solía hacer en la mesa grande de la casa, a la que se sentaban también todos los miembros de la familia, excepto los niños.
Para la cena se tomaba un potaje de patatas con arroz y huevos picados, judías blancas o pintas, judías verdes o patatas con carne, terminando con ensalada de lechuga o de tomate con pepino y cebolla.

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